“Soy muy sensible, y todo me afecta.”
Sí, eres muy sensible. Pero eso no significa que estés obligado a cargar con todas las emociones ajenas.
La sensibilidad no es una etiqueta ni un rasgo reservado para unos pocos. Ser una persona altamente sensible implica estar profundamente conectada con las emociones, la creatividad, la vulnerabilidad y la empatía. En realidad, todas las personas son sensibles, pero algunas viven más en contacto con esa sensibilidad que otras.
Cuando una persona se permite conectar con su sensibilidad de forma equilibrada —su energía femenina y masculina en equilibrio— puede transformarla en un auténtico superpoder. Pero para lograrlo, es necesario aprender a gestionar los desafíos que esa conexión conlleva.
Las personas altamente sensibles, cuando tienen el sistema nervioso desregulado, tienden a absorber las emociones y energías ajenas, confundiendo a veces lo propio con lo de los demás. Si su energía femenina (sensibilidad, vulnerabilidad, creatividad) no está equilibrada con la energía masculina (dirección, límites, acción), pueden verse arrastradas por las emociones de otros hasta asumirlas como propias.
Como mecanismo de defensa, muchas acaban desconectándose de sí mismas para no sentir tanto. Ante una sobrecarga emocional, el sistema nervioso se satura, se abruma y decide desconectarse. Esa desconexión suele generar un vacío interno y una tendencia a racionalizarlo todo, volviéndose hiperanalíticas, controladoras o autoexigentes. En ese proceso, la persona se aleja de su cuerpo y de su propio sentir.
Para transformar tu sensibilidad en un superpoder, necesitas regular tu sistema nervioso, es decir, equilibrar tu energía masculina y femenina. Desde allí, podrás poner en práctica lo siguiente:
- Abrazar tu sensibilidad y vulnerabilidad, aceptándolas como parte esencial de quién eres.
- Establecer límites sanos, protegiendo tu bienestar emocional y energético.
- Reconectarte con tu cuerpo y con lo que sientes, más que con lo que piensas.
- Crear espacios de calma y silencio donde puedas recargar tu energía.
- Cultivar relaciones auténticas y honestas, que te permitan ser tú mismo/a, sin máscaras.
- Separar lo que es tuyo y lo que no es tuyo para poder acompañar a otras personas en su dolor o malestar, sintiéndolo pero no apropiándote de él.
- Vivir en coherencia entre lo que sientes y lo que haces.
Cuando logras ese equilibrio, tu sensibilidad deja de ser una carga y se convierte en una fuente de fuerza, intuición y poder interior.